EL MUSEO PIOLIN, O LA ESTETICA DEL AFECTO
Por MARIA ZACCO
Buenos Aires, Mayo 25 de 2007 (Portal latinoamericano de la agencia ANSA)
La gracia y el afecto desinteresado de un perro salchicha llamado Piolín sirvieron de inspiración a más de setenta artistas plásticos que con fotos, esculturas, poesías, prendas y hasta una película decidieron rendirle tributo en una muestra, que se exhibe en la ciudad de Buenos Aires, a ese "niño de cuatro patas" que ya tiene un museo en su honor.
Las huellas de las patas de Piolín enmarcadas en un cuadro, rompecabezas y esculturas en yeso o en madera y botellas de plástico que recrean la figura del simpático can, sellos personalizados y un curioso vestuario son algunas de las obras que componen la colección del Museo Piolín (MUPI) que se exhibe en la sala 6 del Centro Cultural Recoleta, hasta el 27 de mayo.
La idea surgió por casualidad cuando en 2005 los artistas plásticos Leo Chiachio y Daniel Giannone decidieron rendirle tributo a su mascota y comenzaron a producir esculturas de yeso y bordados inspirados en su figura. El 13 de diciembre de ese año, Giannone recibió como regalo de cumpleaños un perro salchicha tejido en color naranja, que imitaba la imagen de su cachorro. Así se fueron sumando, como en un juego, artistas como Jorge Gumier Meier, Diego Grunstein, Marina De Caro, María Antolini y Cristina Schiavi, entre muchos otros. Hasta el cineasta Diego Lerman rodó un filme, "Los sueños de Piolín", protagonizado por el gracioso can.
Para el común de los mortales, Piolín es un perro en sentido amplio: tiene una fe ciega en el alimento balanceado y apenas escucha su nombre, demuestra que su sentido del deber está intacto. Pero son sus gracias, su particular inteligencia y su absoluta entrega, una devolución del afecto que recibe, lo que lo hace diferente para sus dueños.
Todos parecen interpretar lo que quiere decir el cachorro salchicha. Hasta tal punto, que abundan en la muestra varios escritos producidos por los artistas en los que les dan voz al perro: habla del arte argentino, de sus dueños y de su vida de mascota. Piolín está así, a la altura de convertirse en un perro mítico, como Mister Bones, del escritor estadounidense Paul Auster; Kashtanka, de Antón Chéjov o Flush, de Virginia Wolf, que ofrecían una mirada del mundo de los hombres increíblemente humana.
El espíritu lúdico, el humor y el afecto son los motores fundamentales de estas obras.
Afecto es, y no casualmente, una palabra clave. Los objetos ideados por Chiachio y Giannone nacen del afecto que existe entre ellos y en el que le profesan a su mascota.
La muestra está dividida en dos sectores: el MUPI y Desborde de Alegría, integrada por bordados realizados por ambos artistas que sugieren mundos maravillosos. Samuráis, guerreros de la campaña de la independencia, guerreros guaraníes o músicos hindúes despliegan su gracia entre hilos de seda y algodón, pompones y brillantina. Son, en general, dos personajes en pose amorosa, cuyos gestos transmiten la serenidad de quien se reconoce en el afecto del otro. También el humor está presente en los bordados de Chiachio y Giannone que en esos personajes representan infinitas versiones de ellos mismos. La obra de estos artistas remite a los mundos imaginarios de la niñez, en el que la prioridad es el juego y existe la posibilidad de ser otros. Del mismo modo que, en la sala contigua, en el Museo Piolín, ningún visitante resiste la tentación de asir un piolín (homenaje conceptual al cachorro) que cuelga del techo, con la esperanza de que abra alguna compuerta secreta que les permita acceder al universo de Piolín y ver el mundo con sensibilidad canina, para apreciarlo de un modo más humano.
25/05/2007 20:10